El propósito de otorgar plena vigencia a los Derechos Humanos para
todos los habitantes del país, el cual hace parte cardinal del
proyecto histórico de Colombia, enfrenta hoy obstáculos
muy graves. A la violencia difusa del desorden social se agrega una poderosa
violencia delincuencial, y a ésta, una compleja y polarizada violencia
de carácter político. Los límites entre unas y otras,
así como sus encadenamientos, no son del todo claros. Las hostilidades
bélicas favorecen perversas dinámicas de eliminación
de supuestos antagonistas por fuera del escenario mismo donde se realizan.
En conjunto, ellas propician unas condiciones de intolerancia, negativismo
y saturación del aparato judicial que favorecen la comisión
de delitos constitutivos de violaciones a los Derechos Humanos y al Derecho
Internacional Humanitario.
El Gobierno Nacional ha puesto en manos del Vicepresidente de la República,
en su calidad de Alto Consejero para los Derechos Humanos, la coordinación
de los múltiples esfuerzos y tareas que desde diversas entidades
del Estado, se realizan en procura de garantizar, proteger y defender
los derechos fundamentales. Se está adelantando una amplia labor
de concertación para la elaboración de una política
de Estado en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, que
garantice unidad de criterios y amplitud de compromisos por parte de todas
las instituciones con competencias en el tema y que aspira a integrarse
con los esfuerzos emprendidos desde la sociedad civil.
Esta política encuentra su lugar, dentro de un contexto de violencia,
entre las impostergables exigencias de la Paz, puesto que la reconciliación
habrá de aproximarnos al respeto de los Derechos Humanos y, a la
vez, la lucha infatigable por su efectiva vigencia nos conducirá
a la paz.
La política, entonces, se inspira en la necesidad de atender problemáticas
que por su magnitud humanitaria precisan de una atención prioritaria,
así como la integralidad de los derechos en sus dimensiones civil,
política, económica, social y cultural. En consecuencia,
sus lineamientos básicos contemplan la profundización en
la lucha contra la impunidad mediante el impulso investigativo de los
casos más relevantes, la protección de quienes trabajan
en su defensa y promoción, el combate a los grupos de autodefensa,
la lucha contra el secuestro, la atención integral a la población
desplazada, el fortalecimiento de la capacidad estatal y las necesarias
readecuaciones institucionales, en especial la modernización de
la Fuerza Pública.
Esta iniciativa se enmarca, así mismo, dentro de un espíritu
de cooperación constructiva con la comunidad internacional, cuyo
calificado concurso de asesoría y seguimiento imparcial a la situación
interna, el Gobierno Nacional valora. Por ello mantiene una política
de permitir con toda transparencia el escrutinio de la comunidad internacional
a fin de que se obtenga desde el exterior una visión realista de
la problemática que nos aqueja y de la gestión institucional.
Justamente, el Observatorio de Derechos Humanos y Derecho Internacional
Humanitario, que se ha puesto en funcionamiento, es el fruto de la cooperación
internacional en Derechos Humanos. Se trata de un instrumento que habrá
de contribuir al escrutinio propio, nacional e internacional de las problemáticas,
factores y tendencias que configuran el escenario de las violaciones a
los Derechos Humanos, a avanzar en su comprensión analítica
y a divulgar el conjunto de la gestión estatal. En fin, procurar
la generación de conocimiento que sirva a la definición
de políticas y proporcione insumos para su evaluación. El
presente Boletín es un medio para la difusión de este cometido.
La información que contiene permite el examen y facilita comunicar
la transparencia del trabajo que adelanta el Gobierno en la materia.
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